Ayer salí de la oficina algo fastidiada. Para ser sincera no había pasado nada extraordinario que pudiera alterar mi estado de ánimo. O sea, los problemas de siempre, cosas que coordinar -que a veces se descordinan, incremento de proyectos -propios de la época, la cancelación de una reunión 20 minutos antes. En conclusión, nada fuera de lo común.
Había estado dándole vueltas a la idea de arreglarme el cabello hace algunos días. Por unas movidas de focus que iban a ser y no fueron, me pareció que el martes sería un buen día. Mejor que el miércoles en el que inicialmente estaba pensada la operación.
Vale decir que el cambio de día se debió también a lo adolorida que me dejaron los entrenamientos de viernes, sábado y domingo de la semana pasada. El lunes sería el día de descanso, pero luego caí en cuenta de que necesitaría un día más.
Llamé a Giannina para contarle el cambio de planes. Ella me acompañaría a la cita con mi peluquero. Mi nuevo peluquero. Al que visito hace dos meses. Es gracioso cómo hace dos meses cambiaron tantas cosas. Y el peluquero es importantísimo. En fin.
Crucé la Av. Angamos en espera de un bendito taxi que me pudiera llevar de un punto a otro dentro de Miraflores. Las 7pm no es buena hora para salir a la calle. Ni modo.
Llegué a AZUL, me recibió el encantador peluquero. Me senté y me colocaron la bata. Simplemente dije: quiero ser pelirroja y quiero un nuevo corte. Es que la relación con la persona que te cuida o arregla el cabello debe ser así de empática. Todo es un asunto de confianza. Saber que va a tomar la decisión adecuada con el tono y con la cantidad de cabello que te corta, así como con el estilo que elige para ti.
Yo confío en mi peluquero. Pongo en sus manos uno de los elementos más importantes del look de cualquier mujer (sobre todo de las vanidosas).
Mientras el artista trabajaba, la conversa con Giannina pasaba por detalles como los cumpleaños del Oktoberfest, algunos asuntos laborales (independientes y conjuntos) y obviamente el raje sobre el sexo opuesto (porque si no rajas de los hombres en la peluquería ¿Dónde?).
Pasó el tiempo del tinte. Aún recuerdo la expresión de mi rostro cuando vi en el espejo mi nuevo color aún húmedo. Fue como estar muy cerca a algo. Luego empezó el corte. Yo estaba dispuesta a dejar 10cm de cabello si fuera necesario, pero el creyó conveniente que el cambio no fuera tan drástico. Luego vino el cepillado. Es increíble los sentimientos encontrados que te puede generar que dos personas te cepillen el cabello en simultáneo.
Terminaron. Me gustó el resultado. Pero salimos tan rápido que no tuve mucho tiempo de tomar conciencia de mi nueva yo. En realidad, porque no era tan nueva.
Eso fue lo que descubrí antes de entrar a la ducha a las 6:30am. Me miré en el espejo y sentí que había vuelto. Era otra. Mejor dicho, era de nuevo yo misma. En mi mejor versión (no solo de apariencia, sino de feeling). Con nueva vibra. Me sentí bien (también cuando me pesé y habían 2.5kg menos – ja, todos mis números tan proporcionales).
Lo gracioso es que hoy fue un día como el de ayer. Casi casi con las mismas cosas, pero con todo diferente.
Recién pude volver hoy al gym y eso también ayudó, mucho. Ya no me duele nada y podré seguir cumpliendo con mi lista de propósitos. Por cierto, como debo seguir con ellos, me voy a descansar.
3 comentarios:
Y quedaste perfecta y bella. Bienvenida de vuelta a tu esencia =).
Gracias por lo que me toca. No sé si bella, pero si más yo ;)
No hubiera podido ser posible sin ti, mi girasol.
roja y profesional, buena combinación
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