En algún momento de mi vida, mi ideal de pareja se convirtió en aquella que llegara junto a mí a la vejez. Me imaginaba sentada en una mecedora o en mi sillón favorito junto a mi esposo de toda la vida, o de buena parte de ella, sentado a mi lado. No me imagino hijos, aunque me gustaría tener nietos (así de compleja me pongo), pero la idea era poder disfrutar juntos de nuestros últimos años.
Pero el camino para eso no es ni un poquito fácil. La convivencia es maravillosa, pero tiene muchos aspectos que trabajar. Dos personas distintas, que vienen de espacios distintos, y (en mi caso) de géneros distintos, lo que le da a la vida en común todo un rollito adicional de hombres vs. mujeres.
Hace unos días escuchaba a una señora de unos 65 años: "el secreto de la felicidad es cambiar de marido cada 10 años" y hoy leía este artículo, nada científico que recomienda cambiar de pareja cada 5 años para ser feliz. (Risita incómoda).
No creo que se trate de tiempo, aunque es un referente importante, considero que las relaciones (como todo) deben evolucionar para mantenerse; pero por sobre todas las cosas creo que todos tenemos derecho a buscar la felicidad. Y la felicidad no entendida como ese estado utópico donde todo es perfecto, sino tener esa serie de momentos felices que te arranquen una sonrisa o que te hagan recordar que hay alguien (al lado, en el whatsapp, o donde sea) que está pendiente de ti todo el tiempo, y de quien tú también estás pendiente (of course). Y sobre todo, la felicidad en los momentos malos, que es la más compleja: ¿cómo ser feliz en medio del dolor? ¡Eso es para los grandes!
No sé si lo logre, ya fallé una vez, pero seguiremos intentando...
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